“Me gusta oír cómo suenan las palabras, sentir su suavidad o aspereza”

Guillermo Niño de Guzmán (Lima, 1955) dice en esta entrevista que le quitaría el Nobel a Dylan, que le hubiera gustado tomarse una copa con Hemingway en el Floridita y que el jazz y el cine son dos vicios impunes y “la principal razón por la que me complace haber nacido en el siglo XX”. Uno de los cuentistas más prolijos de este país conversó con Polirritmos sobre la edición conmemorativa de su primer libro, Caballos de Medianoche, y sobre el oficio de literario en general. 

 

1.- Acaba de salir la reedición por los cuarenta años de Caballos de medianoche y la crítica ha dicho que es un libro que no ha envejecido. ¿Comparte esta opinión? ¿Por qué?

-No soy la persona más indicada para decirlo. Naturalmente, me alienta que otros piensen así. Era un primer libro y, por tanto, una obra de aprendizaje. Comencé a escribirlo hacia mis veinte años, en medio de un mar de dudas e incertidumbres. Aquellos cuentos reflejan al joven apasionado pero también desesperado que era yo por entonces. Sin embargo, aunque han pasado varias décadas y he cambiado en varios aspectos, en esas historias hay algo mío que se mantiene vivo e imperecedero. En ese sentido, podría decir que el libro no ha envejecido para mí. No obstante, lo que importa es el efecto que suscita en el lector. Si este llega a hacer suyos los sentimientos y emociones que he pretendido transmitir, eso significa que ha superado la prueba del tiempo.

 

2.- Si bien el libro mantiene su fuerza y brío, tiene personajes impregnados de derrota, de decadencia. El crítico José Carlos Irigoyen ha escrito que son personajes impregnados de “cinismo y desencanto”. Además, usted ha declarado que Onetti es uno de sus autores latinoamericanos favoritos. ¿Qué hay en esa grisura existencial de atractivo para la literatura?

-Esa grisura existencial responde a mi visión del mundo, a mis inquietudes y pulsiones más íntimas. No es algo que busque deliberadamente, sino que irrumpe de manera espontánea. Cada uno tiene sus fantasmas y demonios que lo asedian y sus recursos para combatirlos. Yo lo hago a través de la ficción literaria. Me gusta profundizar en la conciencia del individuo, en las contradicciones que lo asaltan y en sus enfrentamientos que desembocan en situaciones límite. Por lo demás, es una vertiente poco explorada por la narrativa peruana, en la que ha prevalecido el interés por el realismo social.

 

3.- Otra característica de la que se habla mucho sobre sus cuentos es la influencia de Hemingway y su teoría del Iceberg. Ricardo Piglia también decía algo parecido cuando hablaba que un relato cuenta dos historias. ¿Esto es premeditado? ¿Se sienta a escribir pensando en esa estructura?

-No es un proceso consciente, al menos en mi caso. Digamos que carezco de esa habilidad racional que lleva a un Borges a especular una trama narrativa con todas sus variantes antes de ponerse a escribir. Yo soy más intuitivo y suelo partir de una sensación, una imagen o una frase que me lleva imperiosamente a esbozar una intriga. A veces sé cómo va a terminar la historia, otras no. A medida que escribo descubro nuevos rasgos de los personajes, reparo en detalles de la ambientación que no había percibido antes, vislumbro las salidas que tiene el conflicto esencial y sus posibles repercusiones. Es en ese tránsito donde ocurre lo insólito y la trama parece desenvolverse por su cuenta, forzando al narrador a internarse en senderos imprevistos. En este punto la historia inicial puede dejar entrever otra historia que, si bien permanece en el trasfondo, es capaz de resignificar el cuento en su totalidad.

Cabe advertir que, aun cuando Piglia se refirió a las dos historias implícitas en un cuento, fue Borges el primero que concibió esta idea.

Sin duda, la teoría del iceberg está relacionada con este postulado. Hemingway se percató de que no era preciso decirlo todo para darle pleno sentido a un relato. Un narrador diestro podía elidir una parte sustancial de la historia si daba las claves necesarias para que el lector intuyera aquello que se había omitido. Pero esto solo era viable si se había dotado al relato con suficiente consistencia. Tal como sucede con un iceberg: apenas vemos una octava parte del mismo en la superficie, pero está constituido por la mole de siete octavos que se oculta debajo.

 

4.- El año pasado publicó Hasta perder el aliento, un libro de sus apuntes y pequeños ensayos literarios donde cuenta desde consejos para personas que quieren escribir, anécdotas de escritores y su relación con el cine y con el jazz. Sobre esto último, ¿cuánto de música y cine hay en lo que escribe?

-La música y el cine han sido tan decisivos en mi formación como la literatura. El jazz, sobre todo, ha influido en la vibración peculiar que quiero generar con mi escritura. Me interesa imprimirle a mis frases un sentido melódico, armónico y rítmico. Me gusta oír cómo suenan las palabras, sentir su suavidad o aspereza, probar cómo se amoldan unas con otras para configurar historias cautivantes y sugerentes. En lo que respecta al cine, sigo viviendo su ilusión con el mismo entusiasmo que me invadió en la infancia la primera vez que estuve ante una gran pantalla. Al igual que los libros, las películas me han permitido vivir más vidas que las que nos han sido concedidas. Además, los planteamientos visuales del arte cinematográfico me han ayudado en la composición de escenas y atmósferas narrativas. Considero el jazz y el cine como dos de mis mayores vicios impunes y la principal razón por la que me complace haber nacido en el siglo XX.

 

5.- ¿Cuál fue el último libro que no terminó de leer?

-No lo recuerdo. Era un adolescente cuando intenté leer el Ulises de Joyce, pero fracasé estrepitosamente. Tuvieron que pasar varios años antes de que me atreviera a retomarlo y fuera capaz de leerlo (aunque con la ayuda de la guía de Tindall).

 

6.- ¿Qué libro quemaría?

-Ninguno, ni siquiera los libelos de Céline.

 

7.- ¿Qué libro se llevaría en un avión?

Robinson Crusoe, por si acaso.

 

8.- ¿A quién le quitaría el Premio Nobel?

-A Bob Dylan. Ya le habían dado en el año 2000 el Premio Polar, considerado como el Nobel de la música.

 

9.- ¿Cuál es su autor favorito?

-Ernest Hemingway.

 

10.- ¿A quién le daría el Premio Nobel?

-A Cees Nooteboom. Ya es hora de que lo reciba un escritor de lengua neerlandesa.

 

11.- ¿Qué lee en vacaciones?

-No tengo vacaciones. Si las tuviera y nadie me interrumpiera probablemente leería una novela río como Los Thibault, de Roger Martin du Gard.

 

12.- ¿Con qué escritor le hubiera gustado tomar una copa?

-Con Ernest Hemingway, de preferencia en el Floridita de La Habana.