La magia asexual de Remedios, la bella

Escribe: Marilia Baquerizo Sedano

Remedios, la bella, poseía una belleza mortal. Gabriel García Márquez relata en “Cien años de soledad” que su aroma era inconfundible y desesperante, y que los hombres que la cortejaban terminaban muertos o trastornados. Su conducta era, además, extremadamente peculiar: caminaba desnuda por la casa de los Buendía y, cuando no la vigilaban, dibujaba animalitos en las paredes con una varita embadurnada en su propia deposición. Remedios, la bella, se descubría los muslos para aliviar el calor y se chupaba los dedos después de comer con las manos, lo que seducía a los hombres, aunque ella no tenía la más mínima intención de hacerlo.

Ella era ingenua como una niña pequeña. Andaba desnuda porque le resultaba cómodo y no entendía la necesidad de las mujeres de usar corpiños o cualquier otra prenda que marcara su figura. No seguía las modas ni veía la necesidad de cortarse el cabello y hacerse peinados sofisticados. Dejó crecer su cabello hasta las pantorrillas y, tras mucha insistencia, se rapó y con las hebras hizo pelucas para los santos. Sin duda, tenía una forma distinta de percibir el mundo, quizás tenía una condición del espectro autista. No fue autónoma para bañarse y vestirse hasta la pubertad y, siendo adulta, no sabía leer ni escribir. Pero, en palabras de García Márquez, “parecía como si una lucidez penetrante le permitiera ver la realidad de las cosas más allá de cualquier formalismo”, y era cada vez “más indiferente a la malicia y a la suspicacia, feliz en un mundo propio de realidades simples”. Probablemente, mostraba la libertad de quienes tienen cierto déficit de cognición social.

La cognición social es la capacidad de percibir, procesar e interpretar la información social y de generar respuestas en función de ella. Un desarrollo adecuado de la cognición social permite reconocer las intenciones de otras personas y calcular el efecto de la propia conducta en la conducta de los demás. Remedios, la bella, no reconoció la intención del forastero apuesto e impecable que la vio en la iglesia y le regaló una rosa amarilla después de seis domingos. Tampoco entendió la declaración del joven comandante: “Dice que se está muriendo por mí, como si yo fuera un cólico miserere”, le dijo a Amaranta. Además, no reparó en la forma en que los 17 hijos del coronel Aureliano Buendía, sus primos, la miraban cuando se vistió con ropa de hombre y se puso a jugar en la arena. Como precaución, cada vez que ellos retornaban a Macondo debían quedarse en cuartos de alquiler. Ella “se hubiera muerto de risa” si se enteraba de esto.

Su aroma, como se había señalado, era desesperante y atraía intensamente a los hombres. Se dice que generaba ansiedad incluso en los más expertos en el amor y que estaba tan compenetrado con su cuerpo, que “las grietas de su cráneo no manaban sangre sino una especie de aceite impregnado de ese perfume secreto”. Sin embargo, ese perfume generaba muerte y destrucción. El forastero apuesto e impecable se volvió vil y harapiento al intentar acercarse más a ella. El joven comandante, efectivamente, murió junto a la venta de Remedios. Ella, en contraste, no se sentía atraída por los hombres, ni tampoco por las mujeres. De hecho, nunca se sintió atraída por ninguna persona. “Era un ser de otro mundo”, que un día ascendió a los cielos entre sábanas de bramante, dando lugar así a una de las escenas más fantásticas de la literatura garciamarquesca.

El hecho de que Remedios, la bella, no se haya sentido atraída por ninguna persona encaja con lo que actualmente se conoce como espectro asexual. Este espectro incluye a quienes no sienten atracción sexual hacia otras personas, o la sienten con poca intensidad, con poca frecuencia y bajo determinadas circunstancias, o de forma fluctuante: a veces sí, a veces no. La orientación sexual puede verse como una línea, donde en un extremo están las personas asexuales, que no experimentan atracción sexual, y en el otro, las personas sexuales, que sí la experimentan. En el medio estarían las personas demisexuales, que solo sienten atracción sexual cuando desarrollan un vínculo emocional. Todo lo que se encuentra entre el extremo asexual y el centro demisexual se considera parte del espectro asexual. Considerando esto, es probable que Remedios, la bella, se encuentre en el extremo asexual, sea propiamente asexual.

En ciencia, la asexualidad era un término reservado para describir un tipo de reproducción en organismos unicelulares, como las bacterias, o pluricelulares, como la anémona; ese animal marino de color rosa que suele vivir sobre las rocas. La asexualidad en seres humanos se describió por primera vez en 1948, pero empezó a ser más visible en 2001, cuando se fundó la “Red para la Visibilidad y Educación de la Asexualidad” (AVEN, por sus siglas en inglés: asexuality.org), una organización que se ha convertido en un referente importante para la comunidad asexual a nivel mundial. Según su sitio web, otros personajes de la literatura de ficción, como Tula en “La tía Tula” de Unamuno y Clara en “La casa de los espíritus” de Isabel Allende, serían asexuales; y Sinclair en “Demian” de Hermann Hesse, podría ser un ejemplo de demisexualidad.

En el mundo no literario, donde carecemos tristemente de la magia de Remedios, la bella, el estudio de prevalencia más grande hasta la fecha sugiere que el 1% de la población es asexual1. Es importante señalar que este estudio se realizó en 2004 en Reino Unido, en base a una muestra probabilística nacional superior a dieciocho mil personas, por lo que se le suele considerar como referencia a nivel mundial. Un estudio más reciente, realizado en Finlandia, ha reportado que el  3.3% de mujeres y 1.5% de hombres no han  tenido interés sexual en el último año2. No hay reportes sólidos que muestren cuántas personas asexuales o dentro del espectro asexual hay en países latinoamericanos. La sexualidad sigue siendo invisible en diversos contextos y es área de investigación aún por explorar.

¿Sugiere la asexualidad una disfunción? Freud, que planteaba que la sexualidad era el centro de la naturaleza humana, diría que sí. Los activistas asexuales dirían que no, por supuesto que no. Lo que se sabe hasta el momento es que varías vías, tanto biológicas, como psicológicas y sociales, contribuyen al desarrollo de asexualidad1. Probablemente influyan la edad, el lugar de nacimiento, las hormonas prenatales, la religiosidad, la clase socioeconómica, entre otros factores. Pero la asexualidad, como cualquier otra orientación sexual no es propiamente una disfunción. En un mundo hipersexualizado, donde incluso las series infantiles están cargadas de erotismo, ser asexual es un acto involuntario de rebeldía. La asexualidad desafía las normas sociales y culturales, rompe con el centralismo en la sexualidad e invita a pensar en otras formas gratificantes de intimidad y conexión humana.

Referencias:

1.  Bogaert, A. F. Asexuality: Prevalence and associated factors in a national probability sample. The Journal of Sex Research 41, 279–287 (2004).

2.  Höglund, J., Jern, P., Sandnabba, N. K. & Santtila, P. Finnish Women and Men Who Self-Report No Sexual Attraction in the Past 12 Months: Prevalence, Relationship Status, and Sexual Behavior History. Arch Sex Behav 43, 879–889 (2014).