Poesía genital, el caso de Dora Fox

Escribe: Ugo Velazco.

Dora Fox ha escrito un libro de poemas que han reprochado no pocos lectores, principalmente editores y poetas pontífices de la vieja escuela erótica en nuestra ciudad. Bajo el rótulo de pornografía, aberración y desfiguración de la poesía sensual de «buen gusto», se ha censurado su participación en antologías canónicas. Pero ¿quién es la autora de aquellos poemas? —¿Por qué estamos seguros de su género?—. Poco se sabe, sin embargo, de su identidad. No sorprende tal nebulosidad, teniendo en cuenta vivimos en un país altamente violento, machista y segregacionista. Bastará con decir, pues, que su poesía ha surgido en el seno de esta ciudad, dedicado a «ellas i ellos/ A ellas o ellos», representando un caso sui generis en estas tierras.

El título, sincero y hábil, abraza un conjunto de poemas donde el cuerpo es el protagonista. Tanto la poesía como la genitalidad comercian sus sentidos para ofrecer un nuevo concepto que nos recuerda el origen de un lenguaje común: el cuerpo en su absoluta desnudez, enteramente humano. El libro se abre con una sentencia de Jesucristo: «Les aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas van delante de ustedes hacia el reino de Dios» y una línea memorable de La casa de cartón de Martín Adán: «Ámame, aunque mañana, al despertar, ya no me recuerdes». Sirven de advertencia para el lector acostumbrado a las jugarretas ingenuas de la poesía que pretende ser erótica. No podía ser de otra forma, lo sensual y lo místico  encuentran su sabia en el mismo cauce, es decir, en la ceguera de la razón. Pero esta ceguera es solo aparente, pues queda demostrado en el libro que el cuerpo es el lugar del encuentro del Yo-tú, ese espacio de continuidad si queremos seguir a Bataille.

Voy a conservar la imagen de tu sexo atendiéndome/ 

cuando tú y yo no tú y no yo ni tu ni yo 

nos desordenamos en un hotel furtivo 

desprendidos momentáneamente de la disciplina urbana

Voy a encerrar en mi piel obediente 

la dulzura de oler a ti/ la locura de habitarte/

esa detestable manía de desperdiciarme en tu boca

El cuerpo es lo opuesto a la soledad en el libro. El cuerpo atormentado por ese movimiento perpetuo hacia el objeto/sujeto del deseo donde descargar la pulsión de la libido. Pero sea quizá por el contrario que el cuerpo deseado sea fuente de insatisfacción por la distancia, por la fugacidad, por su ser extraño que se aleja al final del acto amatorio. En todo caso, lo único seguro es la soledad y la frustración, el cuerpo desesperado, la autodestrucción. Tal se observa en Selfie:

Ésta que arroja su figura en JPG (1,684 KB) 

soy yo/ La que ha creado una escena furtiva 

para sugerir dos pezones erguidos 

que desmoronan punzan y empuñan mi blusa 

también soy yo/ 

Y acaso cuando separo ligeramente las piernas 

para dejar que mi sexo brote como un animal descarriado 

soy yo más que nunca 

guarra impecable

impenetrable puta/ 

Y soy yo 

tu prostituta inevitable 

porque no existe otra forma de pacer en tus ojos 

porque solo quiero que vengas por mí 

tú dueño de mi imagen 

tú homo interneticus 

y me caces y me rompas de alguna forma absurda 

sin que yo haga nada nada 

ni gima nada importante

Pero hay otra cosa en este libro: las identidades del hablante lírico son diversas. ¿Quién habla en el poema? Un héroe de mil caras (no el de Campbell, ciertamente) en un viaje hacia sí mismo. Estos rostros se ponen de manifiesto desde el principio haciendo pensar en lo borroso de los géneros y preponderando lo humano sobre los mitos, el tabú, los prejuicios y las falacias. Así, se aprecian los encuentros del tipo H-H, H-M, M-M (donde H=hombre y M=mujer). Experiencias que oscilan entre lo sublime, lo grotesco y lo feo, pues la propuesta estética de Fox se sostiene en el naturalismo, no tiene reparos ni límites:

ESTRO 

Yo, Dora Fox, 40265710, Camelias s/n, Huancayo 

tengo un agujero pensativo y descomunal 

que casi todo tiene lugar en él/ 

y por ello mismo todas las cosas le pertenecen

Este libro pareciera surgido de una página web pornográfica, de una red social con memes-poema, pareidolia erótica… La actualidad con que se enfocan los espacios de difusión de este tipo de contenidos, donde lo que importa es la poesía como una forma de hacer el amor con uno mismo, atraviesa lo cotidiano enrostrándonos lo que, puritanamente, no queremos ver:

Lo erótico en el libro está en consonancia con la propuesta de Bataille, repito, ya que es el deseo sensual-sexual de gratificación genital el que domina las acciones del sujeto poético. Los convencionalismos del sexo biológico quedan aplazados a un segundo plano, lo mismo que el hábito primitivo de la procreación. En el poema Voyeur se aprecia la supremacía del deseo aunque limitado por la distancia y la represión:

Este es mi cuerpo desenredándose 

mira 

aquí estoy 

vestida únicamente con el viento vago de mi cuarto 

no tengo prisa nadie me espera 

solo son urgentes tus ojos secretos 

tu boca con que me miras 

tus manos jadeantes que me miran 

tu sexo sublevado que me mira/ 

yo sé chico voyeur 

que tus ojos se amontonan en mis muslos ordenados 

que cuidas mis glúteos animales 

que piensas que mis senos son dos ruidos palpables 

y sé que esperas tras de tu rendija 

que mi ovillo de candela ocurra entre mis piernas 

y que brote para ti 

mi pájara nítida 

ven amor mío chico voyeur 

descúbreme 

sal de tu escondite/ afuera llueve interminable 

dame forma 

mi cuerpo es ruina sin tus manos

Poesía genital es un libro apasionado y por eso mismo descarado, sin parangón en nuestra región. Nos recuerda acaso a otros genios que, desde la oscuridad y el anonimato, por la censura y el castigo, le han dado a la poesía su dimensión real: la de ser enteramente humana y eterna. Así, pues, la poesía es el lenguaje genital, parece decirnos Fox desde la sombra. El que tiene oídos para oír que oiga y espere su próximo canto.